miércoles, 19 de diciembre de 2012

LECTURAS Y REFLEXIÓN DEL DÍA DE HOY




PRIMERA LECTURAEl ángel anuncia el nacimiento de Sansón
Lectura del libro de los jueces 13, 2-7. 24-25a
En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
- «Eres estéril y no has tenido hijos. Pero concebirás y darás a luz un hijo; ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer. Él empezará a salvar a Israel de los filisteos .»
La mujer fue a decirle a su marido:
-«Me ha visitado un hombre de Dios que, por su aspecto terrible, parecía un mensajero divino; pero no le pregunté de dónde era, ni él me dijo su nombre. Sólo me dijo: “Concebirás y darás a luz un hijo: ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro; porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte.»
La mujer de Manoj dio a luz un hijo y le puso de nombre Sansón.
El niño creció y el Señor lo bendijo.
Y el espíritu del Señor comenzó a agitarlo.Palabra de Dios.
Sal 70, 3-4a. 5-6ab. 16-17R. Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu gloria.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.
Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
EVANGELIOEl ángel Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
- «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacía los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías replicó al ángel:
- «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.»
El ángel le contestó:
- «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento.»
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo:
- «Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres.»



REFLEXIÓN

Ayer nos fijábamos en el silencio de San José. Hoy nos encontramos con el de Zacarías. Es un silencio muy distinto. Zacarías se queda mudo porque no ha dado fe a las palabras del ángel. Es un silencio pedagógico, que se convierte en señal. Por eso todos los que esperaban a que saliera del templo comprendieron, al ver que no podía hablarles, que había tenido una visión.
A veces estamos muy preocupados de cómo explicar las cosas. Dedicamos demasiado tiempo a prever el impacto de nuestras palabras y buscamos la manera de acertar en el discurso. Hay cosas que no se pueden explicar. Si Zacarías no hubiera perdido el habla, ¿habría sabido explicar a la multitud lo que le había sucedido? No está claro. Algunos autores se han fijado en el hecho de que este silencio de Zacarías precede al silencio que Juan Bautista guardará en el desierto. Allí conocerá a fondo la Palabra de la que él será la voz. Pero antes de hablar se habrá formado en la escuela del silencio interior.
Al meditar en este pasaje del Evangelio pienso que quizás el Señor nos está enseñando el silencio que ha d acompañar las enseñanzas que recibimos de Él. Comprendemos algo y, e seguida, queremos explicarlo sin haberlo pasado por la lenta sedimentación de la oración. La Navidad es también un misterio que nos invita a la interiorización. Los festejos que acompañan estas fiestas no siempre lo favorecen. Sin embargo necesitamos de ese recogimiento para que no se nos escape la importancia de estos días. Además, como nos enseña el evangelio de hoy, muchas veces el silencio es más elocuente que las palabras.
Otro aspecto sorprendente es la falta de fe de Zacarías. Tanto él como su mujer eran justos. Guardaban los mandamientos y cumplían la ley del Señor. Sin embargo, ante algo tan grande (un hijo e su ancianidad y con la esterilidad de Isabel de por medio), Zacarías pide una prueba. Zacarías cree en Dios. Seguramente tiene más fe que cualquiera de nosotros. De hecho ya está en el cielo. Pero aquel día sus miras fueron demasiado humanas. Parece como si tuviera miedo. Así lo da a sobrentender el texto al decir que quedó sobrecogido de temor. El miedo hace tomar cautelas. Pero estas son innecesarias cuando quien nos habla es Dios.
La Navidad es una oportunidad para que Dios intervenga en nuestra vida. Como a Zacarías se nos anuncia el final de la esterilidad y la posibilidad de dar fruto. Ni la edad ni el cansancio son un impedimento si estamos abiertos a la acción de Dios. Precisamente el misterio de la Encarnación muestra que todo es posible para Dios. Estamos ante algo absolutamente nuevo. Esa novedad no se refiere sólo al curso de la historia, que va a quedar profundamente transformado, sino que nos alcanza a cada uno de nosotros.
Pidamos a la Virgen María que nos ayude a vivir estos días con un corazón abierto, dispuestos a acoger todo lo que Dios quiera decirnos y darnos. Que ella nos ayude también a disponer del tiempo necesario para meditar pausadamente la gran misericordia de Dios que se nos hace presente estos días.


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