 |
Antonio María Claret, Santo |
Obispo de Santiago de Cuba, fundador de la Congregación
de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de la Bienaventurada Virgen
María (Claretianos)
Martirologio Romano: San Antonio María Claret,
obispo, que, ordenado presbítero, durante varios años se dedicó a
predicar al pueblo por las comarcas de Cataluña, en España.
Fundó la Sociedad de Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de
la Virgen María y, ordenado obispo de Santiago de Cuba,
trabajó de modo admirable por bien de las almas. Habiendo
regresado a España, tuvo que soportar muchas pruebas por la
Iglesia, muriendo desterrado en el monasterio de monjes cistercienses de
Fontfroide, cerca de Narbona, en el mediodía de Francia (†
1870)
Fecha de canonización: 7 de mayo de 1950 por
el Papa Pío XII.
Etimológicamente significa “florido, inestimable”. Viene de la
lengua griega.
Antonio Claret
y Clará nacía en Sallent, Barcelona, el 23 de diciembre
de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan
Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día de Navidad.
La escasa salud de su madre hizo que se le
pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de
Oló. Una noche en que Antonio se quedó en la
casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo
todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una
señal de la providencia.La cuna de Claret fue sacudida constantemente
por el traqueteo de los telares de madera que su
padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde
sus primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia despejada
y de buen corazón. A los cinco años, Toñín pensaba
en la eternidad: por la noche, sentado en la cama,
quedaba impresionado por aquel "siempre, siempre, siempre". Él mismo recordaría
más tarde siendo Arzobispo: "Esta idea de la eternidad de
penas quedó en mí tan grabada, que, ya sea por
lo tierno que empezó en mí o ya sea por
las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto es
que es lo que más tengo presente. Esta misma idea
es la que más me ha hecho y me hace
trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la
conversión de los pecadores". (Aut. nº9).
La guerra popular contra Napoleón
embargaba vivamente el ambiente de la época. Sus soldados pasaban
frecuentemente por la villa entre los años 1808 y 1814.
Hasta los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la
lucha. En 1812 se promulgaba la nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba,
estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en el pequeño Claret:
la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la
misa; hacía asiduas visitas al Santísimo; iba con frecuencia, acompañado
de su hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y
rezaba diariamente el rosario.
Una debilidad de Antonio eran los libros.
Pocas cosas contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como
sus lecturas, las primeras lecturas de su infancia. Porque sus
lecturas eran escogidas. Pero ya entonces Antonio tenía una ilusión:
llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin embargo, su vocación
debería recorrer todavía otro itinerario.
Entre los telares.
Toda su adolescencia la
pasó Antonio en el taller de su padre. Pronto consiguió
llegar a ser maestro en el arte textil. Para perfeccionarse
en la fabricación pidió a su padre que le permitiera
ir a Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos
jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela de Artes y
Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de noche
estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba
centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio
llegó pronto a superar en calidad y belleza las muestras
que llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios, admirados de
su competencia, le propusieron un plan halagüeño: fundar una compañía
textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el
montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios
andaba por medio. Unos cuantos hechos -el haber tropezado con
un compañero que acabó en la cárcel, el lazo tentador
de la mujer de un amigo, el salir ileso milagrosamente
del mar donde había sido arrastrado por una gigantesca ola,
etc.- le hicieron más sensible el oído a la voz
de Dios. Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué
le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde
su alma?" (Mt 16,26), le impresionaron profundamente. Los telares se
pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a
los oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la
decisión de hacerse cartujo y así se lo comunicó a
su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos
del obispo de Vic, D. Pablo de Jesús Corcuera, que
quiso conocerle. Antonio salía de Barcelona a principios de septiembre
de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años
y estaba decidido a ser sacerdote.
SACERDOTE, MISIONERO APOSTÓLICO Y
FUNDADOR (1829-1850)
En el Seminario
En el seminario de Vic, forja de apóstoles,
Claret se formó como seminarista externo viviendo como fámulo de
Don Fortià Bres, mayordomo del palacio episcopal. Pronto iba a
destacar por su piedad y por su aplicación. Eligió como
su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después
de un año llegó el momento de llevar a cabo
su decisión de entrar en la cartuja de Montealegre, y
hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo
sorprendió en el camino dio al traste con sus planes.
Tal vez Dios no le quería de cartujo. Dio media
vuelta y retornó a Vic. Fue al año siguiente cuando
pasó la prueba de fuego de la castidad en una
tentación que le sobrevino un día en que Antonio yacía
enfermo en la cama. Vio que la Virgen se le
aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta corona
será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas
desaparecieron.Bajo la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del
Seminario era óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes,
que se ordenaría de Diácono en la misma ceremonia en
que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época
cuando Claret entró en un profundo contacto con la Biblia,
que le impulsaría a un insaciable espíritu apostólico y misionero.
Sacerdote
A
los 27 años, el 13 de junio de 1835, el
obispo de Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de
los Mercedarios, le confería, por fin, el sagrado orden del
Presbiterado. Su primera misa la celebró en la parroquia de
Sallent el día 21 de junio, con gran satisfacción y
alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente Sallent,
su ciudad natal.A la muerte de Fernando VII la situación
política española se había agravado. Los constitucionales, imitadores de la
Revolución francesa, se habían adueñado del poder. En las Cortes
de 1835 se aprobaba la supresión de todos los Institutos
religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia
y se azuzó al pueblo para la quema de conventos
y matanza de frailes. Contra este desorden pronto se levantaron
las provincias de Navarra, Cataluña y el País Vasco, estallando
la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero Claret no era
político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y
alma a los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes
dificultades que le suponía el ambiente hostil de su ciudad
natal. Su caridad no tenía límites. Por eso, los horizontes
de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret.
Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en Propaganda
Fide, con objeto de ir a predicar el Evangelio a
tierras de infieles. Corría el mes de septiembre de 1839.
Tenía 31 años.
En Roma busca su identidad misionera
Con un hatillo
y sin dinero, a pie, un joven cura atravesó los
Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella tomó
un vapor a Roma. Ya en la Ciudad Eterna, Claret
hizo los ejercicios espirituales con un padre de la Compañía
de Jesús. Y se sintió llamado a ingresar como novicio
jesuita. Había ido a Roma para ofrecerse como misionero del
mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero ad gentes
ni tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la
pierna derecha- le hizo comprender que su misión estaba en
España. Después de tres meses abandonó el noviciado por consejo
del P. Roothaan.Regresado a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau,
pueblecito entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En
calidad de Regente (el párroco era un anciano impedido) emprendió
su ministerio con gran celo. Tuvo que hacer también de
médico, porque no lo había ni en el pueblo ni
en sus contornos.
Misionero Apostólico en Cataluña
Como Claret no había nacido
para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó
hacia horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba
33 años, recibió de Roma el título de Misionero Apostólico.
Por fin era alguien destinado al servicio de la Palabra,
al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros había
desaparecido desde san Juan de Avila. A partir de entonces
su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia.
Claret, siempre a pie, con un mapa de hule, su
hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en
medio de las tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se
juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del Reino
de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en
todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida,
Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de
gente cuando hablaba el Padre Claret.Caminando hacia Golmes le invitaron
a detenerse porque sudaba; él respondía con humor: "Yo soy
como los perros, que sacan la lengua pero nunca se
cansan".
"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con
tono burlón. "Quien se ha de confesar eres tú -respondió
Claret- que llevas 7 años sin hacerlo y te hace
buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En otra ocasión sacó
de apuros a un pobre hombre, contrabandista, convirtiendo en alubias
un fardo de tabaco ante unos carabineros que les echaron
el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen
hombre cuando, al llegar a su casa, observó que el
fardo de alubias se había convertido de nuevo en tabaco.
Son algunas de las "florecillas claretianas" de aquella época.
Otros hechos
prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud
de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y
que procuraban impedir su labor misionera teniendo que salir en
su defensa el arzobispo de Tarragona. Pero su temple era
de acero. Todo lo resistía y salía airoso de todas
las emboscadas que le tendían.
Además de la predicación el P.
Claret se dedicaba a dar Ejercicios Espirituales al clero y
a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 , por
ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de
Vic, asistiendo a ellos santa Joaquina Vedruna.
Durante este tiempo también
publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe destacar
el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez y
que sería el libro de piedad más leído del siglo
XIX. Tenía 35 años.
En 1847 fundaba junto con su amigo
José Caixal, futuro obispo de Seu D´Urgel, y Antonio Palau
la Librería Religiosa. Ese mismo año fundaba la Archicofradía del
Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad
del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de
la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres.
Es
larga y digna de mención la lista de discípulos y
compañeros que tuvo en aquella época, hombres que quedarían inscritos
en la historia eclesiástica catalana: Esteban Sala, Manuel Subirana, beato
Francisco Coll, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas...
Apóstol de Canarias
El 6 de
marzo de 1848 salía hacia Madrid y Cádiz camino de
Canarias con el recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía
40 años. Y es que tras la nueva rebelión armada
de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña.
Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta
los ásperos arenales de Lanzarote resonó la convincente voz de
Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El
milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que
predicar en las plazas, sobre los tablaos, al campo libre,
entre multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía
no cejó en su intenso trabajo. En Lanzarote dio misiones
en Teguise y Arrecife.Gastó 15 meses de su vida en
las Canarias, y dejó atrás conversiones y prodigios, profecías y
leyendas. Los canarios vieron partir con lágrimas en los ojos
un día a su padrito y lo despidieron con añoranza.
Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún
perdura su recuerdo.
Fundador de la Congregación de Misioneros Hijos del
Inmaculado Corazón de María.
Poco después de su vuelta a Cataluña,
el 16 de julio de 1849, a las tres de
la tarde en una celda del seminario de Vic fundaba
la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de
María, idea que venía madurando desde hacía tiempo. Tenía 41
años. Eran los Confundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré,
Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet."Hoy comienza una grande
obra" -dijo el P. Claret.
No era Claret un seudocarismático que
hablara en nombre propio, sino que se sentía impulsado por
Dios; y Dios le reveló tres cosas: primera, que la
Congregación se extendería por todo el mundo; segunda, que duraría
hasta el fin de los tiempos; tercera, que todos los
que murieran en la Congregación se salvarían.
ARZOBISPO DE SANTIAGO
DE CUBA (1850-1857)
Nombramiento
Un hecho de capital importancia puso pronto en peligro
su recién fundado Instituto. El P. Claret era nombrado Arzobispo
de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo, después de todos
los intentos de renuncia, el 4 de octubre de 1849
y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado
obispo en la catedral de Vic. Tenía 42 años. El
lema que eligió para su escudo arzobispal fue todo un
proyecto de vida: "Charitas Christi urget nos" (el amor de
Cristo nos apremia). Antes de embarcarse para Cuba y después
de ir a Madrid a recibir el palio y la
gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a
la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de
Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su
patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir,
para concebir una nueva fundación, las Religiosas en sus Casas
o las Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación
Cordimariana. En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió
al Arzobispo Claret con una apoteósica manifestación.
En Cuba
En el viaje
hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo
para todo el pasaje, oficialidad y tripulación. Y al fin...
Cuba. Seis años gastaría Claret en la diócesis de Santiago
de Cuba, trabajando incansablemente, misionando, sembrando el amor y la
justicia en aquella isla en la que la discriminación racial
y la injusticia social reinaban por doquier.Se enfrentó a los
capataces, les arrancó el látigo de las manos. Un día
reprendió a un rico propietario que maltrataba a unos nativos
de color que trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel
hombre no estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo
intentó darle una lección. Tomó dos trozos de papel, uno
blanco y otro negro, les prendió fuego y pulverizó las
cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo-
¿podría decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos
dos papeles? Pues así de iguales somos los hombres ante
Dios".
El P. Claret tenía una capacidad inventiva que denotaba un
ingenio poco común. En Holguín se organizaron fiestas populares. El
número fuerte del programa era el lanzamiento de un globo
tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de los
primeros que se ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito;
comenzó a elevarse, pero el piloto perdió el control y
cayó en un pequeño barranco. El Arzobispo estudió el problema
y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con
el sistema de la dirección de los globos". Y les
mostró un diseño, que todavía hoy se conserva.
Era un hombre
práctico
Fundó en todas las parroquias instituciones religiosas y sociales para
niños y para mayores; creó escuelas técnicas y agrícolas, estableció
y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros, fundó
asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías
de su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
También supo rodearse de un equipo envidiable de grandes misioneros
como los PP. Adoaín, Lobo, Sanmartí y Subirana.
Una de las
obras más importantes que llevó a cabo el P. Claret
en Cuba fue la fundación, junto con la Madre Antonia
París, de las Religiosas de María Inmaculada, Misioneras Claretianas, que
tenía lugar después de muchas dificultades el 27 de agosto
de 1855 con la profesión de la Fundadora.
Pero ni siquiera
en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta
de atentados llegó al culmen en Holguín, donde fue herido
gravemente cuando salía de la iglesia por un sicario a
sueldo de sus enemigos al que había sacado poco antes
de la cárcel. El P. Claret pidió que perdonaran al
criminal. A pesar de todo sus enemigos siguieron sin perderle
de vista.
Al cabo de seis años en Cuba un día
le entregaron un despacho urgente del capitán general de La
Habana en el que se le comunicaba que su Majestad
la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era el
18 de marzo de 1857.
APÓSTOL EN MADRID (1857-1868)
Confesor de
la Reina y Misionero en la Corte y en España
Llegado
a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era
definitivamente el de confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero
poniendo tres condiciones: no vivir en palacio, no implicarle en
política y no guardar antesalas teniendo libertad de acción apostólica.
Tenía 49 años cuando regresó de Cuba. En los 11
años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en la
Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y
conventos donde su voz no resonara con fuerza y convicción.
Desde la iglesia de Italianos, situada en la actual ampliación
de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde
está situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad.
Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y
en sus ejercicios al clero.Mientras acompañaba a la Reina en
sus giras por España aprovechaba también para desarrollar un intenso
apostolado. A primeros de junio de 1858 la real caravana
rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete, Valencia...
Luego al noroeste de España: León, cuenca minera de Mieres
y Oviedo, Galicia, Baleares, Cataluña, Aragón y Andalucía. El recorrido
por el sur fue de un gran entusiasmo, que aprovechaba
el confesor real para misionar por todas partes, llegando a
predicar en un solo día 14 sermones: Córdoba, Sevilla, Cádiz,
Granada, Málaga, Cartagena y Murcia. Más tarde otra vez por
el norte: País Vasco, Castilla la Vieja y Extremadura. El
Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con
generosidad.
Presidente del Monasterio de El Escorial
La Reina le nombró Presidente
del Real Monasterio de El Escorial para su restauración, dado
su lastimoso estado a raíz de la ley de exclaustración
de 1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta
el año 1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras
de su talento organizador. Se repararon las torres y alas
del edificio, así como la gran basílica. Se restauraron el
coro y los altares, se instalaron dos órganos, se adquirió
material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de
Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra
nueva; se repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de
árboles frutales y de jardín. Con todo, el Arzobispo ponía
anualmente en manos de la Reina un buen superavit. Parecía
un milagro.Con la restauración material emprendió la espiritual. Creó una
verdadera Universidad eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas
clásicas, lenguas modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de
música. Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral
y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea, arábiga, etc. Con la
ayuda inestimable de su colaborador de Cuba, D. Dionisio González
de Mendoza, hizo de este monasterio uno de los mejores
centros de España. Y gracias a su afán recuperó su
esplendor la octava maravilla del mundo.
Apóstol de la Prensa
"Antonio, escribe",
-sintió que le decían Cristo y la Virgen-. Como una
enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente los
signos de los tiempos: "Uno de los medios que la
experiencia me ha enseñado ser más poderoso para el bien
es la imprenta, -decía-, así como es el arma más
poderosa para el mal cuando se abusa de ella". Escribió
unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y
otras 27 editadas, anotadas y a veces traducidas por él.
Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y
las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el
hecho de que escribiera tanto llevando una dedicación tan intensa
al ministerio apostólico. Claret no era solamente escritor. Era propagandista.
Divulgó con profusión los libros y hojas sueltas. En cuanto
a su difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes. Jamás cobraba nada
de la edición y venta de sus libros; al contrario,
invertía en ello grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo
sacaba? De lo que obtenía por sus cargos y de
los donativos. "Los libros -decía- son la mejor limosna".El año
1848, como ya hemos dicho, había fundado la Librería Religiosa
junto al Dr. Caixal, futuro obispo de Seo de Urgel,
precedida por la Hermandad espiritual de los libros buenos, que
durante los años que estuvo bajo su dirección hasta su
ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y
hojas volantes, con un promedio anual de más de medio
millón de impresos. En el primer decenio de la fundación
recibió la felicitación personal del Papa Pío IX. Aún sacerdote
había fundado la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de
María, cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión
de los libros y que constituyó uno de los primeros
ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por sacerdotes
y seglares de ambos sexos.
Una de sus obras más geniales
fue la fundación de la Academia de San Miguel (1858).
En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes
plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas; artistas, literatos y
propagandistas de toda España para la causa del Señor. En
nueve años se difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros
muchos y se repartió un número incalculable de hojas sueltas.
He aquí algunos nombres de los que pertenecieron a ella
según su principal biógrafo, el P. Cristóbal Fernández: el ministro
Sr. Lorenzo Arrazola, los periodistas Carbonero y So y Ojero
de la Cruz, el catedrático Vicente de la Fuente. Llegando
su influencia a literatos de la talla de Ayala y
Hartzenbusch.
Y fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España,
donde más de un centenar llegaron a funcionar en los
últimos años de su vida. Bien merece el P. Claret
el título de apóstol de la prensa.
Director espiritual y confundador La
obra más significativa del P. Claret fue la fundación de
la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María. Pero
en la espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se
operó en el siglo XIX, fue el confesor real el
más decidido colaborador que se encontraron casi todos los fundadores
y fundadoras de su tiempo. Con la Madre París ya
había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de
Religiosas de María Inmaculada, llamadas Misioneras Claretianas, para la educación
de las niñas.
Bajo su dirección espiritual se incluyen santa Micaela
del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y santa Joaquina
de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad.
Intervino directa
o indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con Joaquín Masmitjà,
fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de
María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de
las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de
las Siervas de Jesús, con la Beata Ana Mogas fundadora
de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con
el beato Francisco Coll fundador de las Dominicas de la
Anunciata. También tuvo parte en la fundación de las Esclavas
del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y
habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa
Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o
germinaron gracias al P. Claret.
Un hombre santo La suntuosidad cortesana no
impidió al P. Claret vivir como el religioso más observante.
Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su austeridad
era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas,
admirable.Este era su horario: dormía apenas seis horas levantándose a
las tres de la mañana; antes que se levantaran los
demás tenía dos horas de oración y lectura de la
Biblia, luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía y
oía otra en acción de gracias; desde el desayuno hasta
las diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba
era la hora de audiencia hacia las doce. Por la
tarde predicaba, visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza era
ejemplar
Un día se llevó un susto al llevarse la mano
al bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida
se repuso, no era una moneda, sino una medalla. En
una ocasión no teniendo otra cosa para poder auxiliar a
un pobre empeñó su cruz arzobispal.
Claret era un verdadero místico.
Varias veces se le vio en estado de profundo ensimismamiento
ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia
de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño
Jesús en sus brazos.
Privilegio incomparable del que fue objeto fue
la conservación de las especies sacramentales de una comunión a
otra durante nueve años. Así lo escribió en su Autobiografía:
"El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración
en la iglesia del Rosario de La Granja, a las
siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia
grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener
siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho".
Esta
presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió
ser tan grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar
me encuentro tan recogido como en medio de las muchedumbres".
Un
hombre perseguido
No es de extrañar que un hombre de la
influencia del P. Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera
también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero
las amenazas y los atentados se iban frustrando uno a
uno, porque la Providencia velaba sobre él que se alegraba
en las persecuciones. Fueron numerosos los atentados personales que sufrió
en vida. La mayor parte frustrados por la conversión de
los asesinos.Pero fue peor, con todo, la campaña difamatoria que
se organizó a gran escala por toda España para desacreditarlo
ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en
la política, de pertenecer a la famosa camarilla de la
Reina con Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco
inteligente, de ser obsceno en sus escritos refiriéndose a su
libro "La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún
de ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir algo
por Cristo.
Ante el reconocimiento del Reino de Italia
El 15 de
julio de 1865 el Gobierno en pleno se reunía en
La Granja de San Ildefonso para arrancar a la Reina
su firma sobre el reconocimiento del Reino de Italia, que
equivalía a la aprobación del expolio de los Estados pontificios.El
P. Claret ya había advertido a la Reina que la
aprobación de este atropello era, a su parecer, un grave
delito, y la amenazó con retirarse si lo firmaba. La
Reina, engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo en
la corte. Oró ante el Cristo del Perdón, en la
iglesia de La Granja, y escuchó estas palabras: "Antonio, retírate".
Transido
de dolor al verse obligado a abandonar a la Reina
en aquella situación, se dirigió a Roma. Allí el Papa
Pío IX le consoló y le ordenó que volviera otra
vez a la corte. La familia real se alegró inmensamente
de su retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias y
de ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de
Claret que fue uno de los hombres públicos más perseguidos
del siglo XIX.
LOS ÚLTIMOS AÑOS (1868-1870)
Desterrado
El 18 de septiembre
de 1868 la revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún
cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz,
anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel II. Con la
derrota del ejército isabelino en Alcolea caía Madrid, y la
revolución, como un reguero de pólvora, se extendió por toda
España. El día 30, la familia real, con algunos adictos
y su confesor, salía para el destierro en Francia. Primero
hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60 años.
Los
desmanes y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de
las profecías del P. Claret: la Congregación tendrá su primer
mártir en esta revolución. En La Selva del Campo caía
asesinado el P. Francisco Crusats.
El 30 de marzo de 1869
Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba
a Roma.
Padre del Concilio Vaticano I
El día 8 de diciembre
de 1869 se reunían en Roma 700 obispos de todo
el mundo, superiores de órdenes religiosas, arzobispos, primados, patriarcas y
cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico Vaticano I. Allí estaba el
P. Claret.Uno de los temas más debatidos fue la infalibilidad
pontificia en cuestiones de fe y costumbres. La voz de
Claret resonó, ya con dificultad, en la basílica vaticana el
31 de mayo de 1870: "Llevo en mi cuerpo las
señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las
heridas de Holguín- ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del
Papa, derramar toda mi sangre de una vez".
Es el único
Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los
altares.
El ocaso de sus días
El 23 de julio de 1870,
en compañía del P. José Xifré, Superior General de la
Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo
francés. La Comunidad de misioneros en el destierro, en su
mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al fundador, ya
enfermo. Él sabía que su muerte era inminente. Pero ni
siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron
en paz sus enemigos. El día 5 de agosto se
recibió un aviso. Querían apresar al señor Arzobispo. Incluso en
el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir.
Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En
aquel cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría
por sus moradores.Su salud estaba completamente minada. El P. Jaime
Clotet no se separó de su lado y anotó las
incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo
un derrame cerebral.
El día 8 recibió los últimos sacramentos e
hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María,
a manos del P. Xifré.
Llegó el día 24 de octubre
por la mañana. Todos los religiosos se habían arrodillado alrededor
de su lecho de muerte. Junto a él, los Padres
Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su espíritu en
manos del Creador. Eran las 8,45 de la mañana y
tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en el cementerio monacal
con una inscripción de Gregorio VII que rezaba: "Amé la
justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el
destierro".
Glorificado
Los restos del P. Claret fueron trasladados a Vic en
1897, donde actualmente se veneran. El 25 de febrero de
1934 la Iglesia le inscribió en el número de los
beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo
en la gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica
Vaticana pregonaron su gloria. Y el 7 de mayo de
1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron
sus palabras aquel memorable día: "San Antonio María Claret fue
un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser
humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo.
Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta,
pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de
la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura
de quien conoce el freno de la austeridad y de
la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aun en
medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado
y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave
que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de
Dios".
ORACIÓN A JESUCRISTO Haz, Señor, que ardamos en caridad y encendamos un
fuego de amor por donde pasemos; qué deseemos eficazmente y procuremos por
todos los medios contagiar a todos de tu amor. Qué nada ni
nadie nos arredre, Señor. Qué nos gocemos en las privaciones. Qué abordemos
los trabajos, qué abracemos los sacrificios. Qué nos complazcamos en las calumnias y
alegremos en los tormentos. Señor, qué no pensemos sino como seguir
e imitar a Jesucristo en trabajar, sufrir y procurar siempre y
únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las
almas. Amén (Escrita por S. Antonio Mª Claret)
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario