Santo Tomás, apóstol
Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: «Señor mío y Dios mío». Y con esta fe que experimentó es tradición que llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India.
Santo
Tomás era judío. Probablemente había nacido en Galilea, en el seno de
una familia modesta; pero no se dice de él que haya sido pescador, e
ignoramos las circunstancias en las que el Señor le llamó al apostolado.
Tomás es un nombre sirio, que significa «gemelo». «Dídimo», como se
llamaba también al apóstol, es la traducción griega. Cuando el Señor se
dirigía a los alrededores de Jerusalén a resucitar a Lázaro, los demás
discípulos trataron de disuadirle, diciendo: «Maestro, hace poco los
judíos querían apedrearte. ¿Cómo, pues, vuelves allá?» Pero Santo Tomás
les dijo: «Vayamos y muramos con Él», lo cual prueba el ardiente amor
que profesaba a Jesús. El Señor dijo en la última cena: «Vosotros sabéis
a dónde voy y conocéis el camino». Tomás preguntó: «Señor, no sabemos a
dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?» Entonces, el Señor le
respondió estas palabras que resumen toda la vida cristiana: «Yo soy el
camino, la verdad y la vida, y ninguno va al Padre sino por mí». Pero
Santo Tomás es sobre todo famoso por su incredulidad después de la
muerte del Señor. Jesús se apareció a los discípulos el día de la
resurrección para convencerlos de que había resucitado realmente. Tomás,
que estaba ausente, se negó a creer en la resurrección de Jesús: «Si no
veo en sus manos la huella de los clavos y pongo el dedo en los
agujeros de los clavos y si no meto la mano en su costado, no creeré».
Ocho días más tarde, hallándose los discípulos juntos y a puerta
cerrada, Cristo apareció súbitamente en medio de ellos y los saludó: «La
paz sea con vosotros». En seguida se volvió a Tomás y le dijo: «Pon
aquí tu dedo y mira mis manos: dame tu mano y ponía en mi costado. Y no
seas incrédulo sino creyente». Tomás cayó de rodillas y exclamó: «¡Señor
mío y Dios mío!» Jesús replicó: «Has creído, Tomás, porque me has
visto. Bienaventurados quienes han creído sin haber visto.»
A
esto se reduce todo lo que el Nuevo Testamento dice sobre Tomás. Sin
embargo, como sucede en el caso de los demás apóstoles, existen diversas
tradiciones muy poco fidedignas acerca de las actividades apostólicas
de Tomás después de la venida del Espíritu Santo. Eusebio (Hist. Ecl.
II,13) afirma que Tomás envió a san Tadeo (no confundir con Juas Tadeo) a
Edesa a bautizar al rey Abgar, y dice que el apóstol trabajó entre los
partos y «los medas, persas, carmanios, hircanios, bactrianos y otros
pueblos de esa región». Pero la tradición más persistente es la que
afirma que santo Tomás predicó el Evangelio en la India. Dicha tradición
se apoya en fuentes aparentemente independientes. La principal de ellas
es un documento titulado «Acta Thomae» (Actas de Tomás), que data,
según parece, de principios del siglo III, y dice que cuando los
Apóstoles se repartieron en Jerusalén el mundo para ir a predicar, la
India tocó en suerte a Judas Tomás (como se le llama frecuentemente en
las leyendas sirias). Tomás, que no quería ir allá, alegó que su salud
no era muy robusta y que un hebreo no podía enseñar a los indios. Ni
siquiera una aparición del Señor logró hacer cambiar de parecer a Tomás.
Entonces,
el Señor se apareció a un mercader llamado Aban, embajador del rey
parto Gundafor, quien reinaba en una parte de la India. Cristo vendió a
Tomás como esclavo al representante de Gundafor. Cuando Tomás comprendió
lo que había sucedido, exclamó: «Hágase, Señor, tu voluntad» y se
embarcó con Aban, llevando únicamente consigo las veinte monedas de
plata por las que había sido vendido, pues Cristo se las había dado. En
el curso del viaje, se detuvieron en un puerto en el que se celebraba el
matrimonio de la hija del gobernador local. Oyendo tocar la flauta a
una joven hebrea, Tomás se sintió movido a cantar la belleza de la
Iglesia, representándola bajo la metáfora de una novia. Pero, como
cantaba en su lengua propia, sólo la flautista hebrea le entendió. La
joven se enamoró de él; pero Tomás no levantó los ojos del suelo para
mirarla. Esa misma noche, Jesucristo, tomando la apariencia de Tomás, se
apareció a la pareja que había contraído matrimonio y persuadió a ambos
cónyuges de que observasen continencia perfecta. Cuando el gobernador
se enteró de ello, se indignó mucho y mandó llamar al forastero; pero
Aban y Tomás habían partido ya, y sólo quedaba la joven flautista, que
estaba llorando amargamente porque no la habían llevado consigo. Cuando
la flautista supo lo que había sucedido a la pareja que había contraído
matrimonio, se enjugó las lágrimas y se puso a su servicio. Entre tanto,
Aban y Tomás proseguían su viaje y llegaron a la corte de Gundafor en
la India. Cuando el rey preguntó al Apóstol cuál era su oficio, éste
respondió: «Soy carpintero y albañil. Sé hacer yugos y arados y remos y
mástiles; sé también trabajar la piedra y construir tumbas y monumentos y
palacios para los reyes». Gundafor le encargó que le construyese un
palacio. Tomás trazó los planos: «Las puertas daban al oriente para
recibir la luz; las ventanas hacia el occidente para recibir el aire; al
sur estaba el horno de la panadería, y en la parte norte había caños de
agua para el servicio de la casa». Gundafor partió de viaje. Durante su
ausencia, Tomás no trabajó en la construcción, y gastó todo el dinero
que el rey le había dado en socorrer a los pobres, diciendo: «Lo que es
del rey hay que darlo a los reyes». El Apóstol recorrió el reino,
predicando y curando y arrojando a los malos espíritus. A su vuelta, el
rey le pidió que le mostrase el palacio. Tomás replicó: «No podrás verlo
sino hasta que salgas de este mundo». Entonces el rey le encarceló y
decidió despellejarle vivo. Pero precisamente entonces, murió un hermano
de Gundafor. Los ángeles le mostraron en el cielo el palacio que las
buenas obras de Tomás habían construido para Gundafor, y le permitieron
volver a la tierra y comprar el palacio a su hermano. Pero Gundafor no
quiso vendérselo. En seguida, lleno de admiración, puso en libertad a
Tomás, y recibió el bautismo con su hermano y muchos de sus subditos. «Y
al amanecer, (Tomás) partió el pan eucarístico y les permitió acercarse
a la mesa del Mesías. Ellos se alegraron y regocijaron mucho».
Después,
santo Tomás predicó e hizo muchos milagros en la India, hasta que tuvo
dificultades con el rey Mazdai por haber convertido («embrujado») a su
esposa, a su hijo y a otros personajes. Tomás fue conducido a la cumbre
de una colina; siguiendo las órdenes del rey, «los soldados fueron y le
golpearon, y él cayó y murió». Fue sepultado en un sepulcro real; pero
más tarde algunos cristianos trasladaron sus reliquias al Occidente.
Actualmente, la mayoría de los historiadores afirman que la leyenda que
acabamos de resumir carece de fundamento histórico. Sin embargo, está
fuera de duda que, hacia el año 46 de nuestra era, había un rey llamado
Gondofernes o Gudufar, cuyos dominios incluían el territorio de
Peshawar. Y no han faltado quienes hayan tratado de identificar al rey
Mazdai (cuyo nombre es de origen indio) con el rey Vasudeva de Matura.
Desgraciadamente, las leyendas relacionadas con santo Tomás no se
reducen a esto, ya que en el otro extremo de la India, en el territorio
que va de Punjab a lo largo de la costa malabar, particularmente en las
regiones de Cochín y Travancore, hay muchos pueblos cristianos que se
dan a sí mismos el nombre de «cristianos de santo Tomás». Su historia es
perfectamente conocida desde el siglo XVI; pero, a pesar de que abundan
las teorías sobre sus orígenes, no se ha logrado todavía dilucidar el
punto. Está fuera de duda que desde muy antiguo hubo cristianos en esa
región. Por otra parte, las formas y el idioma de la liturgia, que es el
sirio, indican claramente que el cristianismo de la región proviene de
Mesopotamia y de Persia.* Los cristianos pretenden, según lo indica el
nombre que se dan, que santo Tomás evangelizó personalmente la región.
Una tradición oral muy antigua afirma que el Apóstol desembarcó en
Cranganore, en la costa occidental, y que estableció siete iglesias en
Malabar. En seguida, se dirigió hacia el este, a la costa de Coromandel,
donde murió por la espada. El martirio tuvo lugar en la «Colina
Grande», a unos doce kilómetros de Madras. Santo Tomás fue sepultado en
Mylapore, que es actualmente un suburbio de la ciudad del mismo nombre.
Como quiera que sea, las principales reliquias estaban en Edesa, en el
siglo IV. Las Acta Thomae cuentan que fueron trasladadas de la India a
Mesopotomia. Más tarde, fueron transladadas de Edesa a la isla de Kíos
en el Mar Egeo, y de ahí a Ortona de los Abruzos, donde reposan en la
actualidad. La fecha del 3 de julio es precisamente la de la traslación
de las reliquias a Edesa, aunque en el rito malabar se afirma que el
martirio tuvo lugar el 3 de julio «del año 72».
El
martirologio actual confina todas estas leyendas en torno a la
evangelización de la India al papel de imprecisas tradiciones, que sin
embargo conviene al menos conocer, ya que gran parte de la iconografía
sobre el santo está ligada a ellas. En la actualidad no está catalogado
como mártir.
Aunque
se ha exagerado el gnosticismo de las Acta Thomae (cf. Harnack, Die
Chronologie der altchristlichen Litteratur, vol. I, pp. 545-549), no por
ello se puede negar que exista realmente. El P. Peeters insiste con
razón en que todos los maestros ortodoxos de los primeros siglos
debieron caer en la cuenta de que las actas eran apócrifas, como lo
hacen notar San Epifanio, San Agustín, Santo Toribio de Astorga, San
Inocencio I y el Decreto del Pseudo-Gelasio. El autor de las actas, que
era probablemente un sirio-griego, pudo fácilmente tomar de los relatos
de los viajeros y mercaderes el nombre de Gondofernes y otros datos de
color local, de suerte que no puede considerárselos como una prueba del
fundamento histórico de la leyenda. No debe confundirse las Acta Thomae
quie se mencionan en este escrito, con el papiro de Nag Hammadi llamado
«Evangelio según Tomás», un escrito gnóstico del siglo II que se conocía
por referencias antiguas, pero cuyo texto se encontró en 1945.
* Además de otros indios cristianos, hay más de un millón y medio de "Cristianos de Santo Tomás", de los cuales más de la mitad son católicos del "rito sirio-malabar". Desde 1930, existe también un reducido grupo del rito sirio-malankar. Los demás son en su gran mayoría jacobitas; pero hay también un grupo considerable de "sirios reformados" (quienes se atribuyen particularmente el nombre de cristianos de Santo Tomás), así como algunos protestantes y un pequeño grupo de nestorianos. Tales divisiones datan de 1653. (nota del Butler de la década del 50, desde el punto de vista numérico, seguramente el panorama ha experimentado muchos cambios...).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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