Parroquia de San Pedro de Bande
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sábado, 4 de junio de 2016
FIESTA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón.
Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos
muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a
vivir el sendero del dolor-alegría.
La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y
misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos
dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente
unidos en el tiempo y la eternidad...
María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón.
Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos
muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a
vivir el sendero del dolor-alegría.
La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y
misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos
dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente
unidos en el tiempo y la eternidad...
La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre.
Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de
María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas
de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana
siguiente al domingo del Corpus Christi.
Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su
amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado
Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.
Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el
corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas
sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor
a Dios y a los demás.
El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los
impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda
pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos entre
la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece,
María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y
rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la
orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.
Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón,
nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la
realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde
encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.
La historia de la devoción del Inmaculado Corazón se inicia en el siglo
XVII, como consecuencia del movimiento espiritual que procedía de San
Juan Eudes.
Más adelante, en diciembre del año 1925 la Virgen Santísima se le
apareció a Lucía Martos, vidente de Fátima, y le prometió asistir a la
hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos
aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se
confesasen, recibieran la Sagrada Comunión, rezasen una tercera parte
del Rosario, con la intención de darle reparación.
En la tercera aparición de Fátima, Nuestra Madre le dijo a Lucía:
"Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al
Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y
habrá paz; terminará la guerra.... Quiero que se consagre el mundo a mi
Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de
cada mes.... Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá
paz.... Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad
disfrutará de una era de paz."
En un diálogo entre Lucía y Jacinta, ella, de diez años, dijo a Lucía:
"A mí me queda poco tiempo para ir al Cielo, pero tú te vas a quedar
aquí abajo para dar a conocer al mundo que nuestro Señor desea que se
establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María".
"Diles a todos que pidan esta gracia por medio de ella y que el Corazón
de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre.
Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de
María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo."
El Papa Pío XII, el 31 de Octubre de 1942, al clausurarse la solemne
celebración en honor de las Apariciones de Fátima, conforme al mensaje
de éstas, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.
Asimismo, el 4 de mayo de 1944 el Santo Padre instituyó la fiesta del
Inmaculado Corazón de María, que comenzó a celebrarse el 22 de Agosto.
Ahora tiene lugar el Sábado siguiente al Segundo Domingo de Pentecostés.
"Oh, Virgen mía, Oh, Madre mía,
yo me ofrezco enteramente a tu Inmaculado Corazón
y te consagro mi cuerpo y mi alma,
mis pensamientos y mis acciones.
Quiero ser como tu quieres que sea,
hacer lo que tu quieres que haga.
No temo, pues siempre estas conmigo.
Ayúdame a amar a tu hijo Jesús,
con todo mi corazón y sobre todas las cosas.
Pon mi mano en la tuya para que este siempre contigo."
Amén
¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del
género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro
Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de
alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes
calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino
únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.
En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado
Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa
Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en
tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el
Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de
odio, víctima de sus propias iniquidades.
Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores,
tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños
inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en
la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas
en peligro de perderse eternamente.
Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y, ante todo,
las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones,
las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz,
rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran los
pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo.
Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la
tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.
Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las
sombras de la muerte; concédeles la paz y haced que brille para ellos el
sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador
del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres
de buena voluntad.
Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia,
especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los
cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen
(hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que
retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.
Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened
el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a
la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin
de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a
Dios.
Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús
la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en El todas las
esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación;
de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos
consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que
vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas
las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen
bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el
eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de
Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.
Quiero dar gracias al Señor por tu Inmaculado Corazón y quiero pedirte,
¡Oh Virgen de las vírgenes!,
que me obtengas la gracia de descubrir sus encantos
y los necesarios auxilios para recorer esta vida
aprendiendo a amar a este tu Dulce Corazón
y a ser educado en la gran lección
que de su inmaculada pureza brota para bien
de toda la humanidad. Amén.
Luis Fernan Figari
"Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón,
de las maravillas que el Señor hizo en ti:
Te eligió por madre y te quiso junto a su cruz.
Hoy te hace compartir su gloria y escucha tus súplicas.
Ofrécele nuestras alabanzas y nuestra acción de gracias.
Preséntale nuestras peticiones. (aquí se pide la gracia que se desea obtener)
Haznos vivir, como tú, en el amor de tu Hijo,
para que venga a nosotros su reino.
Conduce a todos los hombres
a la fuente de agua viva que brota de su Corazón,
derramando sobre el mundo
la esperanza y la salvación, la justicia y la paz.
Mira nuestra confianza, atiende nuestra súplica
y muéstrate siempre Madre nuestra. Amén "
(Seguidamente rezáis un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria)
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