lunes, 7 de abril de 2025

LECTURAS Y MEDITACIÓN DEL DÍA

 



Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62

En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y temerosa del Señor.

Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.

Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo».

Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.

A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.

Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes.

Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola.

Susana dijo a las criadas:
«Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».

Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».

Susana lanzó un gemido y dijo:
«No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor».

Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín.

Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.

Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín».

Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes.

Toda su familia y cuantos la veían lloraban.

Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana.

Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.

Los ancianos declararon:
«Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella.

Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.

En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».

Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.

Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».

Y el Señor escuchó su voz.

Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz:
«Yo soy inocente de la sangre de esta».

Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
«Qué es lo que estás diciendo?».

Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
«Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».

La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
«Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».

Daniel les dijo:
«Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».

Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo”. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».

Él contestó:
«Debajo de una acacia».

Respondió Daniel:
«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».

Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
«Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad.
Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».

Él contestó:
«Debajo de una encina».

Replicó Daniel:
«Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».

Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.

Aquel día se salvó una vida inocente.

Salmo de hoy

Salmo 22, 1b-3a. 3bc-4. 5. 6 R/. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mí copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».

Ella contestó:
«Ninguno, Señor».

Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo

La primera lectura nos muestra de una manera excepcional la escena más pura del corazón del ser humano, en la que puede llegar a lo mejor o a cometer atrocidades. Un escenario concreto, que por desgracia, no nos resulta nada extraño en nuestros días, cuando vemos en el mundo tantas y tantas noticias de corrupción, manipulación, violencia, muerte y sin sentido, causado precisamente por todas esas personas que se deben al cuidado de los demás.

La lectura de la profecía de Daniel, comienza dibujando un hogar y un matrimonio, sustentado en unas claves morales y éticas, con las cuales rigen su vida en la ley del Señor. La vida normal de un matrimonio que ha decidido tener un proyecto de vida conyugal. Susana, de alguna manera, le toca en suerte vivir una injusticia que le va a costar casi la vida. En más de una ocasión el inocente es víctima de muchas atrocidades por parte de aquellos que deben velar por el bien común. Lo importante de esta situación es la actitud con la que Susana afronta el juicio corrupto: «su corazón confiaba en el Señor». Algo así, es lo que expresa el salmo, cuando nos enfrentamos a los obstáculos de la propia vida: «aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo».

Sigue narrando la historia, y les toca entrar en escena a dos jueces ancianos. Precisamente, encargados de guiar al pueblo de Israel en todos sus pleitos, para que viviesen conforme a lo que decreta Dios. Hecho curioso, es que en lugar de con el tiempo haberse humanizado por tratar de ayudar a los demás en sus sufrimientos, en su interior había brotado la maldad. «Desviaron sus ojos del cielo, y así no se acordaron de las leyes justas», es decir, la corrupción, sacaron a Dios de sus vidas, y con ello, la fuerza y la inspiración del Espíritu para hacer que el pueblo camine según el Señor. Ya no puede haber, coherencia, imparcialidad, justicia, fidelidad, porque el corazón está embotado de intereses particulares. De sacar partido.

Fin de la trama, Dios, suscita el Espíritu Santo, en el joven Daniel. Dios mueve sus hijos para mandar la fuerza regeneradora de la sabiduría, entendimiento, consejo, para acabar con la trama de corrupción y pecado. Es tan sencillo, como confrontar la acción que han hecho, como volver a Dios y mirar al cielo, confiar en que el Buen Pastor va contigo y te sostiene. A los jueces les toca en suerte lo que habían decretado para la inocente Susana.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

La Palabra de Dios nos muestra otro escenario en el que una mujer ha sido sorprendida en adulterio. Los fariseos aprovechan la ocasión para entablar el juicio contra la mujer y de paso con el «Mesías», con el cual no comulgan. Como se suele decir; «matar dos pájaros de un tiro». Y, de este modo, seguir con su conducta de corrupción, de cumplimiento falso de leyes y preceptos que no humanizan, que no dan plenitud, sino que esclavizan. Toda una trama de acciones turbias que de alguna manera justifican con la ley.

Los fariseos, amparándose en la ley, traen ante la presencia de Jesús en el Templo a una mujer, con la intención de que el Mesías, de su veredicto respecto del caso de adulterio. Llevan de alguna manera el caso al Dios de Jesús, para ver, qué planteamiento es el que aplica según el código de preceptos e interpretaciones de la ley, que solían hacer las distintas escuelas rabínicas del momento. Como en su día, hace Jesús, fusionando los mandatos en el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Por ello, en esta escuela de la misericordia de Dios, el salmo 129, arroja bastante luz, sobre la escena. Jesús, está escribiendo en la arena, y no sabemos muy bien lo que redacta. Pero ese salmo dice: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?» (Sal 129) ¿Quién puede mantenerse inocente ante la presencia del que es todo Santo? Sí la fragilidad humana nos lleva en más de una ocasión a tropezar y a caer bajo el pecado de nuestras acciones. Por tanto, la respuesta de Jesús es magistral: que cada uno revise sus acciones y que no esté pendiente de los errores de los demás. Mira primero tus faltas de coherencia, fidelidad, amor, honestidad, y luego podrás dedicarte a otros menesteres. Pero el juicio le toca a un Dios que es «Amor», que conoce, sondea los corazones, que sabe la intención y que de Él procede el perdón, por ello, yo puedo acercarme al Dios que me presenta Jesús, como un Padre que es misericordioso y que le importa por encima de todo el valor de la persona humana, no la gravedad del pecado. Esto no quiere decir, que entonces yo puedo hacer lo que quiera. No, de ninguna manera. Es otra cosa que no entienden los fariseos cristianos, que yo experimentado el abrazo del amor de Dios en mi vida, inmerecido, porque soy ruin, y quiero vivir en la clave que me presenta Jesús: «cada vez que obraste con amor misericordioso con uno de estos pequeños lo hiciste conmigo».

De este modo, caen las piedras de la ley de la mano de los fariseos y se ablanda el corazón insensible al darse cuenta de que todos necesitamos que Jesús tenga compasión de nuestras faltas de amor.

SANTOS DEL DÍA

 



Santoral

Juan Bautista de la Salle, Santo
Memoria Litúrgica, 7 de abril...

domingo, 6 de abril de 2025

LECTURAS Y MEDITACIÓN DEL DÍA


 


Primera lectura

Lectura del Profeta Isaías 43, 16–21

Esto dice el Señor,
que abrió camino en el mar
y una senda en las aguas impetuosas;
que sacó a batalla carros y caballos,
la tropa y los héroes:
caían para no levantarse,
se apagaron como mecha que se extingue.
«No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino en el desierto,
corrientes en el yermo.

Me glorificarán las bestias salvajes,
chacales y avestruces,
porque pondré agua en el desierto,
corrientes en la estepa,
para dar de beber a mi pueblo elegido,
a este pueblo que me he formado
para que proclame mi alabanza».

Salmo

Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 8-14

Hermanos:

Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.

Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.

No es que ya lo haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.

Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».

Ella contestó:
«Ninguno, Señor».

Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».


El sol de justicia: la nueva ley en el templo

Una mujer culpable de adulterio fue conducida por los escribas y los fariseos ante el Señor Jesús. Ellos, como unos traidores, la acusaron de tal suerte que, si Jesús la absolvía, infringiría la ley, pero si la condenaba, parecería que negaba el motivo de su venida al mundo, el de perdonar el pecado de todos... Mientras que ellos hablan, Jesús, con la cabeza agachada, escribe en el suelo con su dedo. Al darse cuenta de la expectación de ellos, Jesús levantó la cabeza y dice: “Aquel que entre vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra.” ¿Hay algo más divino que esta sentencia: que condene el pecado aquel que esté sin pecado? ¿Cómo se puede tolerar que un hombre condene el pecado de otro hombre, excusando su propio pecado? ¿No se condenaría él mismo con más severidad condenando en otro lo que él mismo comete? Jesús hablaba así escribiendo en el suelo. ¿Por qué? Es como si dijera: “¿Por qué te fijas en la paja en el ojo de tu prójimo y no quitas la biga del tuyo? Jesús escribía en el suelo con el dedo con que había escrito la Ley (Ex 31,18) Los pecadores estarán inscritos en la tierra mientras que los justos están inscritos en el cielo, tal como Jesús dice a los discípulos: “Alegraos porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.” (Lc 10,20)

SANTOS DEL DÍA

 



Santoral

Pedro de Verona, Santo
Sacerdote y Mártir, 6 de abril...

sábado, 5 de abril de 2025

LECTURAS Y MEDITACIÓN DEL DÍA

 



Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías 11, 18-20

El Señor me instruyó, y comprendí,
me explicó todas sus intrigas.

Yo, como manso cordero,
era llevado al matadero;
desconocía los planes
que estaban urdiendo contra mí:
«Talemos el árbol en su lozanía,
arranquémoslo de la tierra de los vivos,
que jamás se pronuncie su nombre».

Señor del universo,
que juzgas rectamente,
que examinas las entrañas y el corazón,
deja que yo pueda ver
cómo te vengas de ellos,
pues a ti he confiado mi causa.

Salmo de hoy

Salmo 7, 2-3. 9bc-10. 11-12 R/. Señor, Dios mío, a ti me acojo

Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame;
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio. R/.

Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo. R/.

Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».

Otros decían:
«Este es el Mesías».

Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.

Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».

Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».

Los fariseos les replicaron:
«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».

Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».

Y se volvieron cada uno a su casa.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

A ti he confiado mi causa

El profeta Jeremías eleva una queja a Dios cuando descubre la conjura que han tramado sus paisanos para quitarle de en medio. Es el precio de proclamar la palabra del Señor a un pueblo que se resiste a su mensaje. Y, como víctima inocente, se compara con el  cordero manso llevado al matadero, imagen que utiliza Isaías para describir al Mesías como siervo sufriente que expía el pecado del mundo.

Aunque los hombres estén en su contra, Dios está de parte del profeta, Él es quien le revela los planes homicidas urdidos en su contra. El profeta sufre y eleva una oración al Señor, una oración de confianza: “porque a ti he confiado mi causa”. La confianza total en el Dios que no defrauda le hace fuerte. Ni la maldad de sus enemigos podrá con él.

La experiencia de Jeremías nos muestra hasta qué punto hay que estar dispuestos a padecer por ser fieles al Señor, sirviéndole con corazón recto.

Con el salmista invocamos a Dios, en Él ponemos nuestra confianza ante cualquier situación injusta de persecución o de calumnia, cuando sentimos la ausencia de Dios, cuando queremos reforzar nuestra confianza en el Dios de la justicia, así le decimos: “Señor, Dios mío, a ti me acojo”. 

Jamás ha hablado nadie como ese hombre

Ante la vida y la enseñanza de Jesús nadie queda indiferente. Unos le siguen entusiasmados, otros le rechazan con indignación. En el evangelio de hoy aparece claramente este contraste y la polémica  que provoca, especialmente entre los jefes religiosos. Unos le ven como a un profeta, otros ven en él al Mesías. Otros lo rechazan porque el Mesías no puede venir de Galilea. Vemos cómo, cuando un profeta estorba, cualquier motivo vale para quitárselo de encima.

Los sumos sacerdotes y los doctores de la ley, no quieren escuchar a Jesús, están llenos de prejuicios, tienen el corazón endurecido. Están aferrados a su poder y a sus seguridades mundanas. En cambio, la gente sencilla escucha a Jesús con un corazón bien dispuesto que les permite acoger sin barreras su mensaje. Hasta los guardias del templo se quedaron absortos escuchándole y no se atrevieron a apresarle: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre”.

Jesús hoy sigue inquietando, atrayendo, cuestionando. Y sus palabras siguen provocando aceptación o rechazo. A veces, sus palabras incomodan porque dice la verdad; otras ponen en crisis al que las escucha. Pero, si se acogen, siempre liberan. Por ello, debemos escuchar la Palabra de Dios con un corazón sencillo, abierto, para que, al acogerla, sea realmente luz que oriente nuestra vida.

Por otra parte, los que seguimos a Jesús no podemos extrañarnos de que nuestra vida provoque la misma reacción en nuestros contemporáneos: suscitar preguntas, incomprensiones y también adhesiones. Ojalá que el testimonio de nuestras vidas sea también luz que ilumine a los hombres de nuestro tiempo.

SANTOS DEL DÍA

 



Santoral

Vicente Ferrer, Santo
Memoria Litúrgica, 5 de abril...

viernes, 4 de abril de 2025

LECTURAS Y MEDITACIÓN DEL DÍA

 



Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1a. 12-22

Se decían los impíos, razonando equivocadamente:

«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida;
presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.

Es un reproche contra nuestros criterios,
su sola presencia nos resulta insoportable.

Lleva una vida distinta de todos los demás
y va por caminos diferentes.

Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros.

Proclama dichoso el destino de los justos,
y presume de tener por padre a Dios.

Veamos si es verdad Jo que dice,
comprobando cómo es su muerte.

Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.

Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.

Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».

Así discurren, pero se equivocan,
pues los ciega su maldad.

Desconocen los misterios de Dios,
no esperan el premio de la santidad,
ni creen en la recompensa de una vida intachable.

Salmo de hoy

Salmo 33, 17-18. 19-20. 21 y 23 R/. El Señor está cerca de los atribulados

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.

Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.

Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».

Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».

Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Los impíos piensan del justo “que nos resulta incómodo y se opone a nuestras acciones”

El pasaje de esta primera lectura, que razonando equivocadamente, nos expone la opinión de los impíos acerca del justo “que nos resulta incómodo y se opone a nuestras acciones”. A continuación relata todo lo que piensan que hacen mal. “Se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras”.

Quieren saber si “sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es justo, hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos… lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa pues dice que hay quien se ocupa de él”.

De esta manera “se engañan porque les ciega su maldad. No conocen los secretos de Dios, ni esperan el premio de la virtud, ni estiman la recompensa de una vida intachable”.

Yo no vengo por mi cuenta sino enviado por el que es veraz

Este evangelio nos muestra a Jesús recorriendo la Galilea, “pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo”. De todas las maneras, le vemos enseñando en el templo. Y allí de manera clara y gritando expuso su pensamiento. Aunque afirma que “a  mí me conocéis y conocéis de donde vengo” reconoce que “yo no vengo por mi cuenta sino enviado por el que es veraz: a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco porque procedo de él y él me ha enviado”. Los judíos reaccionan de manera fuerte: “Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora”.

Lo nuestro, cristianos del siglo XXI, va por otro camino. Queremos aceptar la propuesta del mismo Jesús de instalarse en  nuestro corazón y seguirle en todos los momentos de nuestra existencia.