Corazón amantísimo
de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de
lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me
manche de la culpa de la ingratitud, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos,
mi trabajo y todo mi ser.
Por cuanto son
pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de
humildad, de obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida
entera hasta el último suspiro.
Propongo hacer todo
por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde
ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía María.
Dispón de mí y de
mis cosas, Señor, según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
28. -LA
SANTA MISA
¡El Sagrado
Corazón de Jesús se hace víctima por todos en la eucaristía! Es el sol de la tierra.
En la Misa no eres tú el que rezas, es Jesús quien reza por ti. Es la gloria y la
alabanza a la Trinidad, la alegría de los ángeles, el camino del perdón de los
pecadores, la fuerza y la gracia de los justos, el refrigerio de las almas del Purgatorio,
la alegría de los ángeles, el camino del perdón de los pecadores, el beneficio de la
Iglesia, la medicina contra las enfermedades espirituales. San Isidro Labrador antes de irse
al campo se empapaba de este bálsamo de adoración y amor. ¿Cómo vives tú la Santa
Misa?
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