Corazón amantísimo
de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de
lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me
manche de la culpa de la ingratitud, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos,
mi trabajo y todo mi ser.
Por cuanto son
pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de
humildad, de obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida
entera hasta el último suspiro.
Propongo hacer todo
por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde
ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía María.
Dispón de mí y de
mis cosas, Señor, según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
29. - EL
SANTÍSIMO SACRAMENTO
Una dulce palabra
sale del sagrario: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os
aliviaré". ¿Quién habla así? El Corazón de Dios. ¿A quien habla? A la pobre
criatura débil y enferma. ¿Para qué te llama? Para ser tu fuerza, tu consuelo. Jesús se
ha hecho víctima en la Misa. Desea que tú lo recibas en la comunión. Quiere también
ser visitado por ti, quiere hablar sólo con tu corazón.
¿Cómo practicas
este deseo del Sagrado Corazón? ¿Vas cuando puedes a la iglesia a adorarlo, a ofrecerte
a Él, a tomar fuerza, a hacer la comunión espiritual? ¿Le pides perdón por tus culpas
pasadas, por los pecados de tu familia, de tus parientes? ¿Lo reparas por tantas almas
ingratas, por tantos pecadores moribundos?
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