Libro de Jeremías 14,17-22.
Tú les dirás esta palabra: Que mis ojos se deshagan en lágrimas, día y noche, sin cesar, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido un gran quebranto, una llaga incurable.Si salgo al campo abierto, veo las víctimas de la espada; si entro en la ciudad, veo los sufrimientos del hambre. Sí, hasta el profeta y el sacerdote recorren el país y no logran comprender.¿Has rechazado del todo a Judá? ¿Estás disgustado con Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se esperaba la paz, ¡y no hay nada bueno...! el tiempo de la curación, ¡y sobrevino el espanto!Reconocemos, Señor, nuestra maldad, la iniquidad de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti.A causa de tu Nombre, no desprecies, no envilezcas el trono de tu Gloria: ¡acuérdate, no rompas tu Alianza con nosotros!Entre los ídolos de las naciones, ¿hay alguien que haga llover? ¿Es el cielo el que envía los chaparrones? ¿No eres tú, Señor, nuestro Dios? Nosotros esperamos en ti, porque eres tú el que has hecho todo esto.
No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte.Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones.
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte.Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones.
Evangelio según San Mateo 13,36-43.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"
MEDITACIÓN
El Señor y Creador del universo, Dios, que ha hecho todas las cosas y
las ha dispuesto con orden, se ha mostrado no solamente lleno de amor a
los hombres, sino también paciente. Él ha sido siempre, es y seguirá
siendo el mismo: caritativo, bueno, dulce, veraz; él solo es bueno. Sin
embargo, cuando concibió su grande e inefable plan, sólo se lo comunicó a
su Hijo único. Mientras que mantenía en el misterio el plan de su
sabiduría y lo reservaba, parecía descuidarnos y no preocuparse de
nosotros. Pero cuando lo reveló por medio de su Hijo amado y manifestó
lo que había preparado desde el principio, nos lo ofreció todo a la vez:
la participación en sus beneficios, la visión y la inteligencia. ¿Quién
de nosotros hubiera podido esperarlo?
Dios, pues, lo había todo dispuesto aparte con su Hijo: pero, hasta
estos últimos tiempos, nos ha permitido dejarnos llevar por nuestras
inclinaciones desordenadas, arrastrados por los placeres y las pasiones.
No es que él se complaciera lo más mínimo en nuestros pecados:
únicamente toleraba ese tiempo de iniquidad sin darle su consentimiento.
Preparaba el tiempo actual de la justicia para que, convencidos de
haber sido indignos de la vida durante este período por razón de
nuestros pecados, nos hiciéramos dignos ahora por la bondad divina, y
que después de habernos mostrado incapaces de entrar por nosotros mismos
en le Reino de Dios, por su poder nos hacíamos capaces … Dios no nos
ha odiado, ni rechazado, no ha guardado rencor, sino que durante mucho
tiempo ha tenido paciencia con nosotros.
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