Primera lectura
Lectura de la profecía de Malaquías 3, 13 – 4,2ª
"Vuestros discursos son arrogantes contra mí -oráculo del Señor-.
Vosotros objetáis:
"¿Cómo es que hablamos arrogantemente?"
Porque decís:
"No
vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus
mandamientos?; ¿para qué andamos enlutados en presencia del Señor de los
ejércitos? Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los
impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes."
Entonces los hombres religiosos hablaron entre sí:
"El Señor atendió y los escuchó."
Ante él se escribía un libro de memorias a favor de los hombres religiosos que honran su nombre.
Me pertenecen -dice el Señor de los ejércitos- como bien propio, el día que yo preparo.
Me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que lo sirve. Entonces veréis la diferencia entre justos e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven. Porque mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir -dice el Señor de los ejércitos-, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas."
Salmo de hoy
Salmo 1 R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos,
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón,
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así:
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene a medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle».
Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos».
Si el otro insiste llamando, yo os digo que si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama, se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Quién sale ganando?
Es más fácil pensar que los que actúan mal suelen salir ganando, sobre todo, mirando a nuestro mundo, aquellos que abusan de los más débiles, los que se aprovechan de los vulnerables, suelen ganar, pero ganan según los valores que nos intentan vender en la sociedad del tener más.
La justicia nos parece injusta porque los que más daño hacen suelen salir sin dificultad de los problemas, incluso si van a la cárcel, están en unos lugares especiales, a diferencia de los que cometen pequeños delitos que siguen siendo igual de marginados que antes y no tienen nada que ganar.
Quizá el cambio hay que hacerlo, no en la forma de actuar sino, en la forma de plantearnos lo que significa el bien y el mal, la suerte o la desgracia, el valor de la vida y de las cosas. No es mejor ni vale más quien más posee, el valor de la vida de una persona es igual para todas, pero si lo que valoramos de ella es lo que tiene, las riquezas que le rodean, las posesiones que están a su nombre y no el bien que hace con sus acciones, con sus palabras, con su existencia, puede que el significado de “valor” es el que no se acomoda con aquello que hace a una persona llevar el calificativo de “buena”.
Cuando se habla de una persona y lo primero que nos viene a la cabeza es su bondad, su generosidad, su compasión, su atención con los que le rodean, puede que nos demos cuenta que hablamos de alguien que es rica en valores, en humanidad, en solidaridad, puede que no tenga muchas cosas, pero es “grande” y eso es lo que nos vale.
Hace un mes se proclamó santo a un joven que descubrió que su gran riqueza era Dios, en un mundo en el que lo que le rodeaba no hacía demasiada propaganda de Dios y a otro joven que mostró con su vida la sencillez de ser vivir según el Evangelio, estando al lado de los que más sencillos, descubriendo en la búsqueda de la Verdad, al estilo de Domingo, su forma de vivir.
¿Cuáles son los bienes que buscamos? ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿A qué le das más importancia, al ser o al tener?
Mantenernos firmes en la vida
Qué fácil nos resulta ayudar a alguien que queremos, que es importante en nuestra vida. A veces, por desgracia, nos movemos rápido para ayudar a alguien si con esa ayuda conseguimos algún beneficio.
De la misma manera sabemos encontrar pronto excusas para librarnos de aquellas personas con las que no tenemos mucha afinidad, que nos molestan o nos piden las cosas a destiempo, aludiendo cualquier cosa para quedarnos tranquilos desde nuestra conciencia.
Preferimos echar la mirada a otro lado, porque “ojos que no ven, corazón que no siente”, muy sabio el refrán, seguimos nuestro camino para no sentirnos interpelados por las realidades con las que nos cruzamos en la vida, pero no podemos vivir todo el día con las orejeras puestas, mirando al suelo para no sentirnos comprometidos, poniéndonos gafas de sol para que no descubran que hemos visto el problema y no nos paramos a ayudar.
Debemos ir a cara descubierta, asumiendo nuestras acciones, siendo conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y sabiendo que, si seguimos de largo, no nos hará falta que los demás nos miren como personas egoístas e insolidarias, porque en realidad, seremos nosotros mismos, sin necesidad de mirarnos al espejo, los que nos digamos que no hemos actuado bien.
Si con los que más queremos somos capaces de hacer el ciento por uno, deberíamos plantearnos que, aunque no fuera más, con aquellos que no queremos tanto, podremos hacer el uno por ciento. La recompensa será siempre mucho mayor, por estos últimos que por los que nos devuelven siempre lo que hagamos.
¿Vas mirando al suelo para no cruzarte con la realidad? ¿Buscas excusas para no tener que pararte y sentirte comprometido? ¿Qué pasaría si quien necesita ayuda eres tú?
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